Encontrar la serenidad dentro del caos es el objetivo desconocido del hombre del siglo XXI: reencontrarse a sí mismo instantes después de conseguir parar el mundo y verse reflejado en un espejo roto por el aburrimiento. Esta situación es uno de aquellos momentos ausentes por la inmensa oferta de ocio que nos impide pensar acerca de nosotros mismos.
El ocio, el desconectar, el dejar de lado toda la realidad para hacer algo distinto, puede llegar a ser una excusa para eludir el verdadero problema: ¿nos complace nuestra realidad real? Esta pregunta es mejor olvidarla gratuitamente, como si no tuviera importancia, como si fuera una inquisición propia de una conciencia malformada por las rémoras ideológicas de una civilización en runas. El hombre contemporáneo piensa sobre el hombre contemporáneo siempre que sea desde una perspectiva exterior, dicho de otra forma, que no sea él mismo el objeto sobre el cual dejar al aire hipótesis futuristas.
Por eso necesitamos el ocio, porque precisamos de unos momentos donde los circuitos mentales tengan una muerte viviente. De todas formas, no confundamos el descanso con la verdadera muerte teniendo el ocio como el tiempo donde renuncio a pensar acerca de mi mismo. Llegados este momento, podemos besar la muerte a los labios sin ningún tipo de complejo. Será el fin.
El ocio, el desconectar, el dejar de lado toda la realidad para hacer algo distinto, puede llegar a ser una excusa para eludir el verdadero problema: ¿nos complace nuestra realidad real? Esta pregunta es mejor olvidarla gratuitamente, como si no tuviera importancia, como si fuera una inquisición propia de una conciencia malformada por las rémoras ideológicas de una civilización en runas. El hombre contemporáneo piensa sobre el hombre contemporáneo siempre que sea desde una perspectiva exterior, dicho de otra forma, que no sea él mismo el objeto sobre el cual dejar al aire hipótesis futuristas.
Por eso necesitamos el ocio, porque precisamos de unos momentos donde los circuitos mentales tengan una muerte viviente. De todas formas, no confundamos el descanso con la verdadera muerte teniendo el ocio como el tiempo donde renuncio a pensar acerca de mi mismo. Llegados este momento, podemos besar la muerte a los labios sin ningún tipo de complejo. Será el fin.
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