El cantautor parece ser mejor cantautor cuando la efigie del fracaso es un perfume oculto detrás de sus canciones. El poeta parece ser mejor poeta cuando vende su desgracia al mejor postor sin esperar nada más a cambio que una absenta guardada con esmero detrás de una imagen mariana. Debido a estos tópicos perfumados con las ebrias flores de un mal francés, cuando nos encontramos delante un trabajo que destila el dulce líquido de una belleza optimista, como es el del cantautor Jorge Drexler, nos alegramos de ver que de las vivencias alegres podemos hacer buena música.
Drexler decide dejar de lado su admirada voz nostálgica de un pasado irrepetible, para recoger la belleza producida por el gusto del día a día, por el placer de ver el mundo transcurrir en medio de una trama que la amamos, y que haga que no nos importa el desenlace. El Drexler melancólico es un lujo, pero el Drexler vital que descubrimos en este nuevo disco, es un regalo gratuito de aquél que siempre busca reformularse a si mismo como artista. Gracias y felicidades.
Drexler decide dejar de lado su admirada voz nostálgica de un pasado irrepetible, para recoger la belleza producida por el gusto del día a día, por el placer de ver el mundo transcurrir en medio de una trama que la amamos, y que haga que no nos importa el desenlace. El Drexler melancólico es un lujo, pero el Drexler vital que descubrimos en este nuevo disco, es un regalo gratuito de aquél que siempre busca reformularse a si mismo como artista. Gracias y felicidades.
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