viernes, 30 de abril de 2010

Sobrevivir


Detrás de la profundidad de la voz predicadora de Cohen y de las arrugas cortantes escondidas bajo la barba inmaculada de Moustaki, yace el gesto de la experiencia, la necesidad de sobrevivir a pesar de la propia vida. En el mundo inexistente de las palabras, los versos de Gil de Biedma están cabalgando entre la frontera invisible que separa amablemente la vida y la muerte, donde se encuentra el arte de sobrevivir heroicamente a la dura tarea de estar encarcelado por los placeres de una existencia finita. Unos hablan con el rostro y otros con las palabras, el medio más difícil del lenguaje. De todas formas, en ambos casos lo más importante es comunicarse para poder sobrevivir.

miércoles, 21 de abril de 2010

El espejo impúdico de los mil rostros


El silencio es el espejo impúdico de los mil rostros. Un fin de semana encerrado en un monasterio realizando unos ejercicios meditativos es la mejor forma de poner en cuarentena el rostro moribundo del animal malherido por el ritmo frenético del progreso. Encontrarse con uno mismo sin la necesidad de ser reconocido por los otros da respeto, porque sabes, que detrás del ser sociable y seductor que todos envidian, hay un hombre lleno de contradicciones con un anhelo autodestructor preocupante.
Por todo eso, porque uno mismo solo consigue reecontrarse conviviendo con si mismo lejos del murmullo de los compañeros de viaje de los fines de semana, y huyendo de las constantes aves de paso que han poblado tu cama con un perfume fresco y un pijama transparente, es recomendable realizar el ejercicio de tomarse unos días de vacaciones vitales para recuperar la verdadera vitalidad, la vida certera que hay detrás de las falsas visiones diarias que nos llegan desde los aparadores más luminosos de nuestra ciudad en cueros.

jueves, 15 de abril de 2010

Vivir es otra forma de estar muerto


Vagabundear con el posado del caballero de la triste figura, con una guitarra acuestas y una mirada confusa hacía a la nada para seducir a una Dulcinea venida a menos, era uno de mis hobbies preferidos en la ciudad donde la falsedad de sus prodigios rellenaba la atmósfera de unos versos rotos por el llanto de la realidad. El fracaso era una forma de vida y la felicidad un tren del que saltar antes que llegara a la parada de la plenitud, el punto donde una multitud de peregrinos buscaban a tientas las aguas purificadoras del espíritu.
Los años corren detrás del tiempo en una carrera sin fin, y la vida falsaria del poeta maldito ha dado paso a la del burgués amnésico de una época de flores de papel donde la belleza se encontraba en el sueño de la utopia y la realidad era escupida con vehemencia al filo del amanecer. De estos años sin tregua solo permanece un recuerdo idealizado guardado dentro de un libro maltratado de Kapuscinski con dedicatoria de un amigo fallecido: Recuerda que vivir es otra forma de estar muerto.