miércoles, 9 de junio de 2010

El absentismo religioso


La pared repleta de botellas tiene una colección de ímagenes de la Virgen que nos echa en cara nuestra devoción perdida y las consecuencias de nuestro escepticismo moral posmoderno. La absenta va recorriendo con la lentitud del veneno serpentil, unas gargantas agnósticas de un futuro mejor y devotas de un pasado idealizado por la precariedad de un presente mediocre. Siempre estamos los mismos, el profesor de universidado obsesionado en Lord Byon y su literatura del mal, el repartidor de condones enamorado de la dependienta de un sex shop barato, el hijo de la vecina maltratado por un padre alcohólico y un perro loco, una antigua novia de las adolescencia que me persigue para echarme en cara mi fracaso sentimental provocado por un exceso de mujeres fatal, y sobretodo, el camarero, nuestro guía moral hacía el cielo de los bebedores absentistas.
Al final de la noche, cuando la ebriedad gana cancha a la temida sobriedad, uno se acerca a los compañeros del túnel de la noche y les dice en voz baja para no despertar la sensatez, que tenemos un problema de absentismo religioso. Las carcajadas y los gritos de "Viva el poeta" vuelven a llenar el vacío de nuestro enésimo sábado nocturno contemplado irónicamente por la imagen de la Virgen de Guadalupe. Una noche más, un día menos.

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