Más allá de la canción, de su voz mística con textos profanos, pervive dentro de mi todos los abriles invernales, el llanto de Silvio Rodríguez llorando a la amada perdida por la ambición de encontrar la utopia de una amante perfecta en un mundo distinto. Mi fracaso amoroso lo debo a los acordes melancólicos de Silvio y a mi intento de convertirme en un poeta maldito para poder seducir a mujeres fatal con mi rostro vendido a la derrota.
Pero en Silvio el llanto es triumfo, es la sonrisa irónica del fracasado que se sabe vencedor, la mirada alegre del que quiere dar la imagen de desespero porque se sabe distinto a los demás, y solo llorando puede disimular su excelencia. Este engaño del cantautor lo comprendí a los treinta, cuando todas las mujeres de las que había estado enamorado ya estaban casadas con economistas brillantes y abogados sin estómago. Ahora, a día de hoy y pagando las consecuencias de los días de ayer, sólo me queda el consuelo de saber que no tendré descendencia y pasaré a la posteridad como el modelo único de una especie condenada al olvido por el llanto de Silvio Rodríguez
Pero en Silvio el llanto es triumfo, es la sonrisa irónica del fracasado que se sabe vencedor, la mirada alegre del que quiere dar la imagen de desespero porque se sabe distinto a los demás, y solo llorando puede disimular su excelencia. Este engaño del cantautor lo comprendí a los treinta, cuando todas las mujeres de las que había estado enamorado ya estaban casadas con economistas brillantes y abogados sin estómago. Ahora, a día de hoy y pagando las consecuencias de los días de ayer, sólo me queda el consuelo de saber que no tendré descendencia y pasaré a la posteridad como el modelo único de una especie condenada al olvido por el llanto de Silvio Rodríguez
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