viernes, 3 de diciembre de 2010

La nueva ciudad de los prodigios


Los relatos de Mendoza transcurren como un Ferrari en una autopista catalana comandada por los verdes, uno quiere terminar el recorrido en pocos segundos pero la ley te impide ir más allá porque sabe que debes de gozar el recorrido, viendo como los personajes van hacía un final insospechado comandado por el trazo caprichoso del novelista. Riña de gatos es La ciudad de los prodigios madrileña, una radiografía fidedigna que nos muestra la vida escondida en los callejones madriles de los meses anteriores al golpe derechista del 36, lejos de visiones partidarias propias de la desmemoria histriónica.
Mendoza, alejado de sus fascinantes parodias a los géneros literarios, regala al Premio Planeta este Anthony Whitehouse que aunque esta lejos de Onofre Bouvila, nos desnuda con su mirada foránea cargada de té inglés y escepticismo británico, una nueva forma de ver un període tan problemático de la historia reciente de España. Whitehouse se codea con los personajes más públicos de estos años donde toda lealtad tenía un precio y el secreto era una forma de vida, mientras en sus horas libres, el académico inglés obsesionado con las pinturas bastardas de Velázquez, perreaba por calles sórdidas buscando las huellas mentirosas de una mujer que nos recuerda a la entreñable Porritos de Mauricio o las elecciones primarias. En fin, Mendoza es siempre mucho Mendoza, aunque por una vez haya ido a Madrid para echar de menos a nuestra Barcelona.

1 comentario:

  1. Un libro muy mediocre. En esta fantochada del Premio Planeta, parece que Mendoza se haya dado prisa en acabar esta novelucha. Los personajes son bastante planos, y su estilo me parece pobre. En mi opinión, la obra empieza bastante bien y empieza a decaer en cuanto los protagonistas descubren el cuadro en el sótano. El desenlace es un coñazo.
    Hay que releerse La ciudad de los prodigios para sacarse el mal sabor de boca que deja esta riña de gatos millonaria y absurda.

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