sábado, 11 de diciembre de 2010

El fracaso de la senectud


Tom Waits canta a un piano ebrio mientras cierro un libro de poemas de Gil de Biedma que habla acerca del fracaso de la senectud. El tiempo nos desnuda para barrernos hacía un lado de la habitación, donde, con un espejo roto en la mano, vemos nuestro rostro como un falso Dorian Gray, por una parte están nuestras caricias sensuales a la eterna juventud de Dylan, mientras al otro lado distinguimos las cicatrices donde podemos leer todos los problemas que hemos llevado a las espaldas hasta el día de hoy. El joven contra el viejo. La eterna juventud contra la mísera realidad.
Rompo el espejo contra la pared donde un póster roto de James Dean me habla de la necesidad de morir joven para convertirme en un mito. El tiempo, una vez más, me ha vencido sin dejar prisioneros. Afortunadamente, la voz rota de Waits deja paso a una canción de Los Secretos que me ofrece la solución momentánea a mi problema de extrema immadurez. Así pues, para sentirme un poco mejor, abro un whisky escocés con aspecto cerimonial mientras canto para mis adentros que quiero beber hasta perder el control.

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