La pared repleta de botellas tiene una colección de ímagenes de la Virgen que nos echa en cara nuestra devoción perdida y las consecuencias de nuestro escepticismo moral posmoderno. La absenta va recorriendo con la lentitud del veneno serpentil, unas gargantas agnósticas de un futuro mejor y devotas de un pasado idealizado por la precariedad de un presente mediocre. Siempre estamos los mismos, el profesor de universidado obsesionado en Lord Byon y su literatura del mal, el repartidor de condones enamorado de la dependienta de un sex shop barato, el hijo de la vecina maltratado por un padre alcohólico y un perro loco, una antigua novia de las adolescencia que me persigue para echarme en cara mi fracaso sentimental provocado por un exceso de mujeres fatal, y sobretodo, el camarero, nuestro guía moral hacía el cielo de los bebedores absentistas.
Al final de la noche, cuando la ebriedad gana cancha a la temida sobriedad, uno se acerca a los compañeros del túnel de la noche y les dice en voz baja para no despertar la sensatez, que tenemos un problema de absentismo religioso. Las carcajadas y los gritos de "Viva el poeta" vuelven a llenar el vacío de nuestro enésimo sábado nocturno contemplado irónicamente por la imagen de la Virgen de Guadalupe. Una noche más, un día menos.
Al final de la noche, cuando la ebriedad gana cancha a la temida sobriedad, uno se acerca a los compañeros del túnel de la noche y les dice en voz baja para no despertar la sensatez, que tenemos un problema de absentismo religioso. Las carcajadas y los gritos de "Viva el poeta" vuelven a llenar el vacío de nuestro enésimo sábado nocturno contemplado irónicamente por la imagen de la Virgen de Guadalupe. Una noche más, un día menos.