Noches de insomnio paseando por los barrios prósperos de una Barcelona operada por el bisturí del olimpismo, buscando una respuesta en las esquinas donde los niños pijos se descubren de nuevo aprovechando una luna oscurecida por nubes de polvo. La madrugada de la Barcelona universitaria y el fracaso del poeta maldito paseábamos huérfanos por la Bonanova buscando adinerados cuerpos de alquiler, donde el sexo desconocía el amor y las palabras dejaban paso a los hechos.
El mismo silencio nocturno adornecido por suaves motores daba libertad a la imaginación que resbalaba con una canción de Springsteen preguntándose si era real la covardía con la que anda el hombre prudente, el hombre incapaz de transitar como un trapezista alcohólico por el hilo de sus propios límites. En estos momentos donde la nostalgia soledad llegaba sin permiso durante este paseo nocturno, miraba a mi lado y la madrugada que me había prometido sin mirarme los ojos, llevarme a las puertas de la noche, había huído a brazos de otro desconocido porque mis poemas le parecían sosos.
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